Otro día igual que el anterior

Foto de Tara Winstead

escrito por Heidi Carolina Molina Duque

    Son las 5:00 de la mañana, el reloj despertador suena sin parar. Carlos retira bruscamente la cobija, se levanta dirigiéndose a la ducha. El agua está muy fría, no existe nada mejor para espantar el sueño. Toma una hojilla y con cuidado comienza a rasurar la no tan notoria barba mientras su reflejo en el espejo plasma a un hombre agotado por causa del trabajo, sin familia, pagando una renta que duplica su salario y sin un futuro prometedor.

    Sale del baño, se viste, come cereal, agarra las llaves y se dirige a la fábrica. Ha estado por años en ese lugar. Sube las escaleras que dan hacia la oficina y observa a los empleados, todos con uniformes, soldando y dando formas a inmensas piezas de metal.

    Muchos de aquellos hombres son considerados deficientes en lo que hacen: unos fuman sin tomar medidas de precaución, otros desayunan durante el horario de trabajo, otros se llevan lo que pueden de los materiales metálicos de la fábrica a sus casas y ni hablar de los que pasan más de dos horas en el baño.

    Carlos cree que puede mejorar la producción de la fábrica. Baja las escaleras y va al sótano donde está trabajando en un proyecto importante.

    Pasados unos meses, despide a todo el personal. Es hora de sustituirlos por máquinas poderosas que no pierden tiempo, por robots. No le importa la cantidad de familias que se verán afectadas por tal decisión, solo se preocupa por sí mismo, por su producción.

    Los robots son muy eficaces, constantemente están laborando y han mejorado los productos, no se quejan y no hay que pagar por sus servicios. Fue lo mejor que inventó.

    Carlos llega más tranquilo a su departamento. Rodas las noches sube a la azotea, desde allí puede ver la fábrica. Se percata de una rara luz que la rodea por las noches, hace varios días que sucede, pero no logra descifrar qué es.

    Luego de seis meses de desatender los insólitos cambios que han tenido los robots, ve como uno de ellos inexplicablemente asume el liderazgo del grupo. No entiende cómo pueden pensar y hablar, se muestran enfadados y solo piden la cabeza de Carlos. No quieren ensamblar trozos de metal, ahora trabajan para alguien más.

    Atan a Carlos sobre una silla. Mientras lo amarran, Carlos dirige su mirada hacia las escaleras que dan a la oficina, ve unos extraños seres que a leguas no son de este plano terrenal. Uno de ellos baja las gradas, trasladándose donde se hallan los robots. Le entrega a uno de éstos, una bandeja con diversos tubos de ensayos con líquidos e inyecciones que Carlos desconoce para qué son.

    El peculiar ser le exige al robot inyectar a Carlos con la sustancia, pero él logra soltarse y puede escapar. Se dirige al patio de la fábrica, la misma limita con el bosque y es la mejor opción que tiene por el momento.

    Se interna corriendo lo más que puede ante la persecución de aquellos robots que un día había construido con tanto esmero. Consigue llegar a un precipicio, ve a lo lejos lo que parece ser una nave espacial. Estupefacto, decide inspeccionar.

    Los extraterrestres se percatan de la presencia de Carlos cerca de la nave. Logran capturarlo y lo internan en una especie de celda.

    Por el momento está solo; sin embargo, frente a su aposento mira espantado lo que parecen ser personas, pero llevan sustituidas partes del cuerpo con piezas metálicas. Además, resaltan partes adheridas de brazos, patas e incluso cabezas de animales, parece algún tipo de mutación.

    Es el turno de Carlos. Lo sujetan fuertemente los robots mientras los extraterrestres inyectan la desconocida sustancia. Pasan horas y Carlos comienza a sentirse mareado. Es trasladado a lo que parece un cuarto hospitalario para operaciones, allí pierde la conciencia.

    Dos días después despierta, siente un dolor muy agudo, ahora lo sostienen un par de tubos metálicos que cumplirán la función de las piernas extraídas. Sus brazos fueron cambiados por patas de gato. Ya no puede sostener nada, su boca y nariz no existen, ahora lleva un pico que le pertenecía a una gran ave.

    Termina desmayándose por la impresión.

    Son las 5:00 de la mañana, el reloj despertador suena sin parar. Carlos retira bruscamente la cobija, se levanta dirigiéndose a la ducha. El agua está muy fría, no existe nada mejor para espantar el sueño. Toma una hojilla y con cuidado comienza a rasurar la inexistente barba.

    Es otro día igual que el anterior…

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  ➤ Heidi es una educadora venezolana que este año (2023) ha decidido iniciarse en el arte de la escritura. Algunas de sus obras en ambientes literarios de varios países son:
  • “Mi abuelo y yo” Centro de Jubilados y Pensionados Centenario-Pergamino
  • “Bendita Juventud” (Antología de Fotopoemas). Unión Mundial de Poetas por la Paz y la Libertad
  • “Propuesta”. (Antología Microdragones). Diversidad Literaria
  • “Hora de Cenar”. Revista Literaria El Creacionista #60
  • “No pierdo la Esperanza”. Organización Derechos Humanos Integrales en Acción, A.C. (DHIA)
  • “Cada Octubre” 3er lugar Celebraciones macabras 2023, grupo literario El Legado
  • “Reencuentro”. (Antología Luz de Luna). Diversidad Literaria
  • “La Promesa” Diploma Día Internacional de la Palabra

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