Agonía

Foto de Drigo Diniz

escrito por Sulvedú

    La agonía es verse en la cima de una montaña sin razón ni cuerpo. Mi frente húmeda se estremece ante la caricia de una mano. Parpadean mis ojos como una linterna apagándose ante… un espejo… sin embargo, no hay cristal, ni marco, ni obediencia… pero sí una impresión mortal en ambos… ¡¿Qué diablos pasa?! No estoy muerto.  Aquel reflejo mío, cuya rebeldía le obliga actuar con vida propia, observa los campos a nuestro alrededor, mas su terror no le permite decidir nada. Si se aproximara un curioso no sabría si abrazarlo o apuntarle con su fusil. Desde la última mirada que nos dimos evita caer sus ojos sobre mí. Inclinado de cuclillas y sudando por el cuello y el bozo, atraganta un hecho tan contraproducente como devastador: soy su gemelo.

    Piensa. Su uniforme pardo y arrugado hace de sus piernas un desfiladero en pleno sismo, y a su convulsionado torso, una alfombra de arena movediza. Lo resolvió. No por una reflexión lógica, siendo así, una palmada en el hombro le sería digna tomando en cuenta la situación abominable: hallar a su gemelo agonizante en medio de una guerra a miles de kilómetros de su patria. Mis párpados se encorvan, y nuevamente las entrañas sufren los dolores de muerte. La bala yace en mi corazón como una semilla mal plantada. Va a rematarme.

    Enarbola la culata del fusil con el que, minutos antes, semejante a un cazador de cazadores, me disparó desde la cima de una colina perfecta. Yo deambulaba. ¡Que más podría hacer abandonado en la isla de la vencida Sicilia! Su cañón desciende por mi cabeza y se detiene en mi garganta. Se vuelve confundido y su miedo crepita. Su ser vibra en las cercanías de ese fenómeno que lo aterra. Mi mano reacciona. Toco mi abdomen: tiene sangre apenas. ¡Me ha rozado la bala!  ¿Sigo vivo realmente? Libre de morir por la herida, pero condenado por la guerra… y aquel va a dispararme en tres, dos, uno… ¡No!

***
    Camina, continúa tu angustiante peregrinación. Unos pasos, solo falta ajustar un poco la puntería. ¡¿Acaso te vas a quedar allí mismo?! ¡Mejor! Esta es la distancia que reta la destreza del francotirador. El corazón, mi primer corazón. La ráfaga que lo llevará al infierno de los judíos. ¡Sí! Exacto.

    Boca abajo, con las rodillas hundidas, el estómago agujereado y el rostro dejando su huella en la arena. Es humillante. Creía que se iba a desplomar hacia atrás. Ahora a esperar que lleguen los otros y me feliciten por otro nazi muerto… ¡Dios mío! No puede ser… su rostro. Una alucinación comprensible frente al cuerpo que es, pese a integrar al ejército enemigo, un hombre para toda conciencia. Cerraré los ojos, rezaré por su alma y le acariciaré la frente en señal de piedad. Debe ser suficiente. Padre nuestro, ¿estás en mi cielo? Claro. Santificado… Amén. La luz desciende sobre el juicio de la condenación… ¡Es broma! ¡Tú no puedes ser lo que veo! ¡Debo acabar con la tentación del diablo vestido con mi figura!

***
    Luchamos como gladiadores en una arena que no soporta más que un cuerpo vivo sobre uno muerto. Estoy sobre él y mi peso le aplasta. Le rompo la muñeca, retuerzo su pescuezo con su propio fusil y resuello sobre sus ojos ardientes, que son iguales a los míos en irrepetibles instantes. Mientras agoniza, él si puede elevarse por encima de aquella montaña como un pájaro callado.

II
    Frank ayúdame… Frank voltea, estamos en el suelo… Frank compasión. ¡Ac!…, tengo tres hijos. Frank, hijo de puta. ¡Miserable, estamos muriendo ¡Ac!… ¡Miserable! ¡Mi vientre se rostiza! ¡Mírame! Sé que tú nos has envenenado... Lames la muerte de esos demonios alemanes, pero ni siquiera ellos traicionan a los suyos de esta imperdonable manera… Ya no puedo soportarlo. ¡Perro, gírate y contempla tu cobarde ataque!... Whitman, Potman, Richardson y Louis ya no pueden reprocharte. ¡Te aprovechaste de su hambre! ¡Cobarde! ¡Ac! No tienes el valor de pelear con las manos. ¡Maldito! Mírame Frank, te lo suplico. ¡Ac! Es mi último deseo. Mírame Frank. Moriré viendo tus ojos... ¡Accc!

    El soldado vencedor de la colina camina entre los cuerpos inertes de los soldados que componen su patrulla, mirando una fotografía roída y amarillenta en donde aparecen dos hombres vestidos de trajes e idénticos a él.

    —Lo mataré a él también —se vuelve y observa despectivo al capitán que le hablaba y que ahora no se mueve acostado en la tierra—. Mi nombre es teniente Rentaz Hildenberg.

***
    No me reconoció. ¡Qué estúpidos! El uniforme de los americanos encandila a todos. No hacen diferencia uno de otro: son ellos su milicia de ángeles. Si no necesitará la comida y las botellas de vino de esta vieja comadrona le abriría el cráneo con su propia hacha.

    —¡Arrivederchi a todos!

    Esta cantidad de pesticida por cada plato es invisible a ojos desconfiados y lenguas escrupulosas. Punto a mi favor, los crédulos se quejan a cada momento de estar cansados de beber agua. En la lengua se disuelven placenteros el vino y la muerte. La insolación ha perjudicado mi memoria. ¿Como dijo su apellido: Stirlang o Stirlans? Es mejor que averigüe letra por letra el nombre exacto. Frank Stir…  
Les voy avisando que la cantidad de comida no va alcanzar para los seis que componemos la patrulla que cuida la costa este. Yo les prometí traerles platos de verdad, olvidando por esta cena las hamburguesas saladas y esas sodas rancias. Frente a sus ojos se hallan los platillos más deliciosos de la gastronomía siciliana y un vino delicioso hecho con racimos de esta misma región. Y siendo yo un sujeto desprendido, según sus propias opiniones, deseo plantearles una alternativa que no convoque a la injusticia: les presento el juego de las adivinanzas.

    De casualidad noté que John tiene las tarjetas entre sus pertenencias… Claro, lo jugamos hace tres días. Podemos jugar otra vez, y en esta ocasión con una apuesta mucho más valiosa. Tengo la solución ante el temor de prolongarse demasiado, y nos volvamos fieras por la comida. Solo se escribirá el nombre de personalidades actuales, políticas y militares, americanas y europeas. ¡Nada más! El que acierte primero al famoso que se lee en su frente tendrá la primera ración y así sucesivamente. Quizá el último no reciba nada.

    Algunos se rieron, y hasta Louis casi comete la imprudencia de prohibir mi opción cuando pegué mi nombre en la frente del capitán George Ritman. Es improbable que me reconozca, pero si puedo enterarme de alguna cosa fundamental de aquel Frank Stirlang es una excelente oportunidad. Por lo menos no tengo dudas del nombre (nadie me corrigió).

    El primero, Whitman: muy intuitivo. Soy europeo. Estoy a punto de ser acorralado en Alemania. Soy despreciable. ¡HITLER! El segundo fue Richardson: muy atrevido. Soy americano. Soy el que manda. Soy paralítico. ¡ROOSEVELT! El tercero fue John: muy racional. Soy europeo. Soy francés. Soy traidor. ¡PETAIN!... Y así hasta llegar al capitán Ritman, que no había abierto la boca más que para preguntar generalidades y afirmaciones incorrectas. Va por cuarta vez. Ahora muy suspicaz. Soy americano. Sí. Soy militar. Sí. Soy de un grado menor. Sí. (risas). No debería estar en esta tarjeta. Sí. (más risas). Estoy presente aquí. Sí. (carcajadas). Tengo un hermano gemelo. Sí ¡Sí! ¡Es una broma! ¡Soy Frank Stirlang! ¡Sí! Espantosa coincidencia.

    Ha concluido el juego, amigos. Traguen lo que merecen, cerdos.

III
    Frank, tu crueldad es querida toda… querida toda. Sino clavas la hoja del cuchillo justo aquí (tienta con su mano bañada en sangre su pecho trémulo) prolongarás mi dolor. El único reclamo viene de la entraña de nuestra madre que pugna… pugna por preguntarte por qué asesinas a tu hermano, si tú siempre fuiste el bueno. Tendidos en el suelo, miro con sus ojos mi rostro ascendiendo, y mi sonrisa dibuja lo que observan sus párpados indolentes. Lenta muerte es tu mano que surgió de aquel extraño ritual en donde se cosen designios y se designan verdugos… Dios.

    —Auf wiedersehen, Mike. Es solo tu final —dice el hijo pródigo de América, mientras cierra los ojos de su hermano muerto.

***
    Arribo a América. Tierra de migrantes europeos y descanso de las valerosas tropas, que llegan con el estandarte de victoria. Piso esta tierra con el honor de la tarea cumplida: destrozo de la tiranía y socorro de desamparados semitas. Otra vez debo soportar verme más allá de un espejo. Me aguarda mi hermano gemelo.

    —El héroe de la familia: Frank Stirlang… No dices nada.

    —Es un placer verte de nuevo, Stirlang.

    —Ahora utilizas el lenguaje militar: rudo y formal. Dime como siempre: Mike.

    Mike… Mikel… no, Michel… Sí. Michael.

    —Michael Stirlang.

    —Si te parece mejor, pero es muy largo, no hombre rudo. Jaja.

    —Vamos a casa, Mike.

    La agencia de seguros tiene un excelente servicio, Mike. Los dos somos solteros y jóvenes, si nos ocurriera algún accidente que nos imposibilitara trabajar o nos llevara al mausoleo familiar, tendríamos la paz en los segundos de agonía de dejar un sustento al otro, sin restar, por supuesto, su dolor. Por cierto, en el caso de muerte existen categorías y especificaciones en el contrato. Es decir, consideran la muerte cerebral o desaparición con fundamentos factibles de un probable asesinato como expresiones sujetas al concepto de muerte, y a consecuencia se hallan obligados a otorgar el monto acordado en la póliza para los beneficiarios. Claro, es una curiosidad previsora y útil. ¿Qué te parece?... Bueno, pero si antes no mostré interés frente a supuestos trágicos no significa que no tuviera presente a la muerte, y menos aún después de lo que he visto.

    Entiendo, señor (con la oreja en la bocina del teléfono). La muerte cerebral tiene un efecto irreversible, entonces sí actúa de inmediato; pero en la desaparición debe transcurrir seis años, y si se halla pruebas contundentes de una muerte y desaparición del cuerpo se espera un año… (cuelga y pasa los ojos por la gran sala). Magnífico florero, qué buen gusto tenía mamá. Lástima que haya muerto sin conocerla. Cayendo en la cabeza de uno, se rompe o se rompe… ¡Papá! Papá, el caballero inglés, con un bigote bufón casi igual al del abuelo. En realidad, solo fueron dos viejos tabaqueros irlandeses con trajes horrendos. Los cuadros se suceden uno tras otro en esta sala. Muertos y más muertos solamente. ¡Es un panteón esta maldita casa!...

    Extrañas a nuestros padres, Mike. Benditos autos que fuera de las pistas y semáforos no sirven en medio de campos y peñascos. Te quiero hermano. Se levanta del sofá, deja la novela que leía, le da un beso en la frente y sube a su habitación…

    Una cena perfecta. Lo repetí tres veces. Bueno, tres veces repasé el plan, es lo mismo. Es tu cumpleaños hombre, ¿qué más podemos hacer? Nuestros amigos están en camino, y les prometí compartirles mis memorias de guerra, pero también mis amoríos con apasionadas parisienses y romanas. Alístate, yo hornearé el pato que compré esta mañana… ¡Ah! y no te preocupes por no tener ninguna historia de guerra o de amor, porque todos sabemos la omisión que te dio el Estado por tus brillantes notas en la universidad. A cambiarse futuro senador. ¿O presidente suena mejor?…

    —¡Me humillaste de todas las formas posibles e imperdonables! —reprocha Mike casi sollozando.

     —Malinterpretas los comentarios con los que intentaba hacer amena la velada. Sí, admito que más de una burla fue a costa tuya, sin embargo, no creo en tu indignación desmedida.

    —Ironizaste cada elogio hacia mí. Hiciste referencia a mi omisión y lo relacionaste con una cobardía pestilente que podía olerlo el Estado narigón. Fue poco insinuar supuestos problemas sexuales, ¿o también crees que el silencio incómodo en la sala fue de aceptación por tus insultos?

    —Lo siento. Creo que esa maldita guerra me ha dañado la cabeza, me ha vuelto irascible y me ha agriado el humor. No puedo prestar atención a las cosas importantes. Perdóname, Mike.

    —Quizá.

    —Se pronostica un mejor tiempo para ambos.


    Espera. Yo voy por el cuchillo, es tu cumpleaños hombre. Sí. Las velas no se apagarán por un minuto… (entra a la cocina) ¡Además ni aire entra! Lo imaginaba de mayor grosor, solo la mitad de mi rostro se puede reflejar; y es muy largo, parece de pescadero. No importa, su hoja abre las carnes… (regresa al estudio donde están solo los dos). Pide tu deseo, perdona mi conducta grosera y pon fin a este día que termina bien. No soples sin cerrar los ojos: no se cumplirá lo que pidas. Ni lo que yo deseo. Hermano gemelo indefenso, hermano indefenso, indefenso. Empuña el cuchillo y baja la mano con movimiento sesgado y brutal… el cuchillo se hunde en el traje de Mike.

    Tranquilo, es solo una puñalada en tu estómago. Es temprano para desvanecerse y valiente si te restan fuerzas para seguir de pie. (Mike se desploma en brazos de su hermano).  Quieto, escúchame por favor. Está bien, te sujetaré la mano, pero no me embarres de sangre. Sabes muy bien que este es un traje de gala. Voy a narrarte una increíble historia.  Cuenta de dos gemelos que eran huérfanos y vivían en una majestuosa casa en Nueva Inglaterra, única herencia de sus aristócratas padres en bancarrota. ¡La manga, maldición! ¡Te ganaste una en el ombligo! ¡Ah ccc…! ¡Silencio! Continúo. Uno fue a la guerra, y el menor, por siete minutos, se quedó jugando a ser político.

    Concluye la guerra tras una coalición cobarde que despoja de la victoria a una nación de guerreros superiores uno contra uno. ¡Invencibles! Se reencuentran, se divierten. El ex soldado debe ocultar su rudeza y malas costumbre para no desteñir la vida elegante de su hermano abogado. Le consiguen un trabajo de mensajero. Pasa siete meses depositando archivos de una oficina a otra, con sonrisas estúpidas y soportando bromas pesadas. Escuchando discusiones que poco le interesa, pero es amonestado a cada momento por el imbécil de su jefe. ¡Este va por el maravilloso empleo…! ¡Ah ccc…!

    Pero lo imposible para el burgués idiota es que su querido y cariñoso hermano gemelo no soy yo, y el motivo por el que sigo a tu lado es por la ganancia que voy a recibir por tu muerte y para que al fin pueda revelarte quien soy realmente: teniente Rentaz Hildenberg. ¡Nazi orgulloso! ¡Esta va por la tierra de libertad! ¡Ah cc…!

IV
    La agonía por segunda vez es morir sintiendo que las entrañas… ¡¿De qué entrañas hablo?! Los tres estamos muertos, dos por mi mano y yo por la tuya. Miyas, ¿o quieres que te devuelva tu nombre? No importa. No suplicaré, y no lo hago por imitar a Frank o Mike, sino por contradecir a aquel que escribe esta repetición infame. Hermano, si pudiera me erguiría frente a ti con un rostro sereno y te contaría la extraña coincidencia que ha envuelto mis formas con un destino ajeno. Siete años de no ver al único de esos cuatro yo, incluyo a mi reflejo, que amaba sin falsos ojos.

    Su mirada no se explica cómo puedo hablar con una bala en el corazón. Te pido que respondas lo que de niño no pudiste: Si los buenos están en el paraíso es porque Dios es bueno y los premia; sin embargo, si el diablo es malo, ¿por qué los malos, que solo hacen imitaciones menores de su maestro, son castigados?

    —Dios actúa por amor celestial; el diablo, por razón moral.

    —Maldita razón.

    ¿Estamos aquí en verdad?  No lo digo por la cantina ni por Múnich. Los dos sobrevivimos a la guerra, y los otros dos también. Uno de cada par intentó liquidar al otro, y uno logró matar a la pareja completa, y ahora su complemento le asesina para ser la unidad suprema de dos hermandades entrelazadas de modo inconcebible como sus existencias. Jamás defendí ideales, luchas ni terror. Retornar a nuestra casa en Múnich era todo el anhelo después de cada jornada, de los tiros de gracia, de las culpas sin nombres. Vive si puedes…

***
    —Yo aquí —dice con una sonrisa irónica y acomodando hacia atrás sus cabellos pajosos—. ¿Acaso me haces una broma mala? Acabo de llegar. Tengo casa y esposa, es un disparate hospedarme en esta cantina que tiene sus habitaciones como cuevas inmundas.

    —Te vi, también estaban conmigo Franz y Thomás. Te silbé, volteaste con gesto serio y continuaste caminando con tu equipaje hacia el granero. A menos que sea tu gemelo. ¡¿Qué?! ¿Acaso tienes uno?

    —Claro… claro que no. Te equivocaste… y ellos. No repitas esas tonterías o te tomarán por un idiota o loco. Adiós…Tengo que ir a mi hogar con mi esposa y mis hijos.

    Farsa de ebrio, tiene que ser eso. Encontraron su cuerpo. Era él. Lo confirmó la descripción y su placa. Coincidencia. Alguien muy parecido a mí. No. ¿Acaso ha regresado para despojarme de su mujer e hijos? Fue él quien cambió las placas que colgaban de nuestros afligidos cuellos. Siempre pensé que había predicho su exilio de esa felicidad que le acompañó… era mi parte de lo que no me tocó jamás. Bueno, bueno, bueno, ¡bueno! ¿Es un designio que siempre viva hasta el final el bueno de un vientre compartido? La pistola… Dios. Los oráculos mostraron que Hércules era hijo de Zeus, y no su hermano. Él adivinó su muerte. Yo usurpé su vida. ¿Quién es Hércules? ¿Quién es en verdad Miyas Hildenberg? ¿Quién debe… vivir o morir por los dos?

***
    En la agonía la muerte captura a la vida despojada de ilusión. ¿Miyas Hildenberg murió en las colinas de Sicilia por saberse vencido y estar de acuerdo? ¿Frank Stirlang murió estrangulado por su duda frente a la muerte que se presentó como su reflejo? ¿Michael Stirlang murió por no tener el amor de su hermano en ninguna de sus formas? ¿Está muriendo realmente, en lo que escribo estas inquietudes, Rentaz Hildenberg?

    No sabremos nunca si vivieron los cuatro o tan solo uno, dos o tres. Esta historia termina en la muerte última de un hombre llamado Rentaz Hildenberg (o Frank Stirlang) en un granero de Múnich. Un cuerpo vestido de uniforme nazi fue hallado en las colinas de Sicilia, con el rostro putrefacto e irreconocible. Uno más, enterrado en el mausoleo Stirlang, exactamente en la cripta del abuelo y patriarca, y los restos de este fueron utilizados como leña para chimenea. La vida es de múltiples indecisiones, mas solo de una intransigente afirmación: esta vez sí... muerte.

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  ➤ Sulvedú es un escritor, guionista y docente peruano que ha participado en varios eventos literarios. Algunas de sus obras son:
  • Relato "Transfiguración narrativa", revista Trinando
  • Relato "Cuarenta", Revista Primera Página
  • Relato "Un ser en la tierra" (2017) Antología Punto de encuentro, Editorial Vicio Perpetuo
  • Libro "Lima, ciudad abierta" (próximamente)

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