La cita
Foto de mali maeder |
escrito por Egeria Hipona
Sofía no tenía un motivo específicamente importante por el cual asistir a una cita a ciegas planeada por sus amigas atolondradas. Ni siquiera le interesaba salir de su soltería, estaba feliz con ello porque así dedicaba bastante de su tiempo en bordar abrigos para un santuario de perritos. Además, sabía a la perfección que los ojos verdes y el cabello negro contrastaban su agraciado rostro; sumado a su personalidad alegre y simpática, conseguiría un buen compañero cuando quisiera bordar con alguien más.
Suspiró cansada cuando se miró al espejo después de arreglarse. Había algo que la hacía querer quedarse en su cama, pero no le gustaba faltar a compromisos. El vestido esmeralda le combinaba con los ojos.
“Tal vez consiga un amigo divertido con el cual salir al cine.” Con ese pensamiento, decidió ir por mera curiosidad.
Martín, así se llamaba el muchacho con quien tendría su cita. Resultó ser un joven que, si bien no era un protagonista de telenovela, tenía su atractivo. Un moreno alto y bien vestido que fue a recogerla puntual en un auto que olía a recién lavado. Sofía se subió con el humor mejorado, estaba dispuesta a darle una oportunidad a quien se puliera con su presentación personal.
El bar-restaurante Gold and Silver, que tenía doble fama entre las gentes, resultó ser un lugar agradable a ojos de Sofía. Las mesas limpias y la música de una pequeña pista de baile la motivaron a ignorar un mal presentimiento que no había parado de aguijonearle el estómago desde que se vistió para la cita.
Una cerveza y un coctel abrieron una charla amena entre Martín y Sofía. Poco a poco el establecimiento empezó a llenarse. La mitad eran personas comunes, la otra mitad..., eran clientes curiosos. Sofía, sin embargo, ignoró la palidez de aquellos clientes y ciertas palabrerías acerca de las actividades en Gold and Silver durante ciertos días del año.
Durante la cena, Martín había conseguido hacer que Sofía se viera interesada por él. Tenía un buen puesto en un taller mecánico y dos perritos adoptados. Sofía tenía debilidad por los perritos. La química en ambos eludió el ambiente pesado que empezaba a incomodar en el local. Una pesadez que podía confundirse con la euforia de los tragos y el agotamiento por el baile, algo que podía sanarse con unos minutos comiendo un delicioso platillo del menú.
Pronto empezó a pulular un olor poco agradable, como comida en mal estado. Suave, apenas perceptible..., y entonces, de golpe, se sintió como si alguien hubiera traído un cadáver putrefacto en medio Gold and Silver. Provocó arcadas, mareos y, por supuesto, deseos de abandonar el lugar.
Los clientes que quisieron abandonar, incluyendo a Sofía y su cita, se toparon con las puertas cerradas gracias a los trabajadores. Los hombres de seguridad afirmaban que todo estaba en orden y que debían volver a las mesas hasta que se resolviera el tema del olor. Sofía empezó a sentirse mal, de nuevo el presentimiento. Martín la agarró de la mano y la hizo alejarse del gentío, una estampida humana los podría aplastar.
Murmullos. Quejas. Insultos. Frustración. Temor... Pánico.
La desesperación grupal consiguió abatir al personal, mas no fue capaz de abrir ni la puerta principal ni la de emergencias. Las ventanas estaban selladas y no cedieron ante las sillas que les fueron arrojadas. Los gritos se mezclaron con el olor a putrefacción que continuaba infestando el Gold and Silver.
Un gripo agudo se hizo escuchar sobre los demás. Muchos callaron, sin aliento, al ver el motivo. Una mujer vino desde los baños temblando y empapada de sangre. Anunció desesperada la muerte de su pareja. Este la acompañaba en su escondite para evitar la violencia del salón hasta que vomitó grandes cantidades de sangre y se desplomó sin vida.
Un par de mujeres trataron de tranquilizarla mientras que otro grito, un poco más grave, los interrumpió. Este vino de un hombre que tuvo la desgracia de ver los ojos de su amigo saltar fuera de sus cuencas, antes de caer en medio de espasmos.
Los intentos por escapar se intensificaron junto con las voces caóticas. Los minutos largos se intercalaban con muertes espontáneas. Los clientes extraños, aquellos con tez pálida, se echaron a reír.
Sofía, apretada en un rincón, miró en shock lo que acontecía delante de sus ojos, todo a su alrededor parecía una pesadilla. No estaba segura de que aquello fuera real y al mismo tiempo se le erizaba la piel. Los trabajadores, con miradas fijas, herían con sus herramientas de trabajo a cualquier persona que se les acercara. Algunos clientes que antes estuvieron asustados comenzaron a presentar comportamientos erráticos.
Sofía apretó la mano de Martín, tratando de buscar calma. Pero en ese momento se dio cuenta de una cosa: él no hizo lo mismo como lo había hecho antes. Cuando dio media vuelta soltó de inmediato la mano de su cita y retrocedió temblando. Gritó horrorizada el nombre de él, quien se mantuvo de pie y sin movimiento.
Martín no respondió, los ojos que antes gozaron de un brillo alegre ahora estaban opacos, clavados sobre ella. Sofía se estremeció llena de miedo y trató de huir de él a pesar de la multitud caótica. El cuerpo de Martín sonrió en grande mientras caminaba despacio detrás Sofía. Preciso, firme.
Sofía intentó pedir auxilio a quienes tuviera más cerca, hizo un esfuerzo para razonar con Martín. Nadie podía ayudarla, los demás también estaban acorralados. Se sofocaba del calor, de sentirse atrapada. De pronto Martín lucía más alto y delgaducho, le sonreía enseñando los dientes bien cuidados.
El palpitar de su corazón acelerado le dolía. Intentar golpear en la cabeza a Martín con una botella la hizo comprender que su cita ya no estaba allí, sólo el cuerpo deformado y sangrando por la quijada partida. No pudo escabullirse más luego de que su pie haya recibido una apuñalada de un cocinero.
El rostro desfigurado de Martín la observó sonriendo. Los brazos se alargaban como si quisiera un abrazo de Sofía, quien había enmudecido por el pavor. Una risilla pícara se escapó de sus labios y las luces del Gold and Silver se apagaron.
“Debieron quedarse en casa”.
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➤ Egeria es una escritora costarricense cuya trayectoria estuvo relegada a su uso personal hasta hace poco. Es jefa administrativa de la revista digital Retazos de Ficción, en la cual ha empezado a compartir sus obras.
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