Ensayo sobre la vida eterna
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Foto de Pixabay |
escrito por José Pablo Bejarano Paredes
Parado frente a la muerte y furibundo estaba el célebre científico Peter King, que durante toda la vida había temido la llegada de este momento: el de estar frente a frente con la inexistencia. Siempre aseguró que más allá de la muerte no hay continuidad, sin embargo, estaba seguro de que podía detener el tiempo y que esa era la única manera de vivir para toda la eternidad. «El tiempo es un error del universo» decía, «y si logro frenarlo, tal vez no consiga alejarme de la vejez, pero sí evitar la muerte».
Tenía poca vida para detener el tiempo. Pasó noches desesperantes en busca de un método eficaz. Antes había hecho grandes descubrimientos en favor de la humanidad, imposibles de conseguir para otros científicos, y había escrito múltiples ensayos de divulgación científica, porque en ese entonces creía con firmeza que leer e investigar eran la única forma de vencer a la muerte. No obstante, ahora renovaba sus esperanzas con los recientes descubrimientos sobre los agujeros negros y cuanto se decía sobre la inmensa gravedad que provocan y hace que el tiempo corra de una forma más lenta alrededor de ellos. Saber que el tiempo no era algo inalterable, le daba la esperanza de modificarlo o de ponerle freno.
Sacó los ahorros que en vano había juntado a lo largo de la vida, porque no tenía descendientes y había vivido siempre evitando el imperio del amor. Con ese dinero viajó a los Estados Unidos con destino al Área 51, llamó a algunos de sus conocidos para que lo dejaran ingresar y pudo establecer contacto con los principales científicos del sitio, para decirles que había ideado una manera de poder alargar la vida de las personas, y que estaba seguro que con la ayuda de ellos podrían inclusive alcanzar la tan anhelada vida eterna.
La idea de Peter King era crear un dispositivo que, generando una fuerza gravitacional parecida a la de los agujeros negros alrededor de las personas, deformara el espacio-tiempo e hiciera que el tiempo transcurriera por ellos de una manera muchísimo más lenta que lo permitido por la gravedad ejercida en la Tierra. Crear este dispositivo no era tan complicado como sí lo era resolver la manera en que el cuerpo humano lograra soportarlo sin morir. Para eso había viajado al Área 51, para que, basados en la tecnología extraterrestre que ahí se analizaba, complementaran su idea… y así lo hicieron.
Dos cosas había por resaltar: Una, mientras la defensa ideada por los científicos estadounidenses fuera más efectiva, se podía ejercer más gravedad y, por lo tanto, desacelerar más el tiempo acariciando casi la eternidad; dos, cuando las personas se cansaran de vivir, bastaba con apagar el dispositivo para volver a los años terrestres y fenecer.
Lograron una verdadera hazaña que gustó tanto a los principales gobiernos del mundo que acordaron no crear millones de dispositivos para los millones de habitantes de la Tierra, sino crear uno gigantesco que desacelerara el tiempo para todo el planeta. Como sabían que prolongar o eternizar la vida de las personas provocaría una rápida sobrepoblación, promovieron la esterilización masiva por todo el mundo, y así, como un nuevo orden mundial, cambiaron la velocidad del tiempo para todo el mundo y todos celebraron la cuasieternidad que el hombre por fin había alcanzado.
Casi de inmediato empezó a notar que el envejecimiento se detuvo, y no cambiaba el paisaje a su alrededor, que seguía contando con los mismos ríos atrapando al sol y a la luna en su espalda y los mismos árboles que ahora. Como ya no había otoño, no derramaban lágrimas amarillas. Lo que no había en derredor eran amigos, pero no le extrañaba porque jamás los hubo; sus conocidos, sin embargo, seguían exactamente igual. Las personas sintieron un poco de nostalgia al saber que todo cuanto veían, a partir de aquel instante, no cambiaría nunca más, que tener descendencia era imposible y debían enfrentar otras desventajas más. Todo lo aceptaron sin mucho pesar, conscientes de que no existe nada peor que la muerte.
***
Peter y todos los habitantes de la Tierra ya habían vivido lo que, de manera normal, hubiera durado mil años, cuando los amantes de la lectura ya habían leído todos los libros; los poetas escrito todos los poemas que faltaban en el florilegio universal; los viajeros conocido cada rincón del mundo; los tenorios amado a todas las mujeres que alguna vez desearon, y así, sucesivamente. Toda la humanidad había satisfecho por completo sus deseos; y cuando habían vivido lo que de otra manera serían dos mil años, todos habían hecho todas las cosas, aunque no formaran parte de sus deseos; de cuenta que los poetas habían amado a todas las mujeres y los mujeriegos leído todos los libros, por citar un solo ejemplo… La vida, entonces, se volvió insoportable.
No tenían ganas de platicar porque estaban agotados todos los temas, y tampoco de guardar silencio porque las meditaciones también estaban agotadas; hasta dormir les parecía odioso porque ya habían soñado todos los sueños… Peter empezaba a creer que la vida, aunque no fuera eterna, sino simplemente duradera, era tediosa, insoportable y que no valía la pena como él aseguró tantas veces. Aun así, creía con firmeza que morir era peor; porque la muerte, al ser una eternidad privada hasta del tedio, sería menos grata.
Los que soñaron en el umbral de su vida tener hijos y verlos triunfar, vivían frustrados. Muchos sabiendo que eran casi inmortales, porque el tiempo no causaba deterioro en su cuerpo, sabían que sí podían morir por otras causas, por lo que decidieron suicidarse. Uno por uno, como lágrimas de árbol otoñal, fueron cayendo los habitantes. Los cobardes que no se enfrentaban al suicidio, intentaron asesinar a Peter King, pero por una u otra razón, nunca lo consiguieron. Suicidios y asesinatos acababan poco a poco con la Humanidad, y también con la flora y fauna, porque hasta los árboles arrancaban sus raíces y corrían al cráter de los volcanes para morir incinerados…
Cuando habían vivido lo que durarían dos mil quinientos años, la Tierra era acariciada únicamente por los pies cansados de Peter, que se resistía a morir, y así vivió lo que durarían cien años más.
La Tierra quedó sin mares, por lo que él pudo darle la vuelta al mundo varias veces. No podía diferenciar la realidad, el sueño y el recuerdo. Perdió la cordura casi por completo y, luego de tanto y tanto sufrir, de tanta soledad, decidió apagar el dispositivo para dejar que la Tierra y el tiempo continuaran con su paso normal… Pero en vano lo hizo, porque el sueño de inmortalidad de un hombre había acabado con la vida de un planeta. Murió un año después, cuando trecientos sesenta y cinco días duraban otra vez trecientos setenta y cinco días.
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