Plasmogenia

Esquema de sulfobios elaborado por el biólogo Alfonso Luis Herrera López (1932)

escrito por José S. Ponce

    Un registro que encontraron en el palacio de Lecumberri decía que sobre la calle Arasura se encontraba la última vivienda del doctor Herrera. No obstante, los números no encajaban como se suponía. Caminaron la calle hasta la cerrada, pero el número parecía no estar ahí. Decepcionados, se disponían a retirarse cuando observaron que una mujer los miraba intrigada a través de una ventana. La mujer se cubría con una cortina blanca de encaje. Marcos pensó que era buena idea preguntarle la ubicación del lugar. Nicanor, en cambio, pensó que lo mejor era irse de ahí. Al final la voluntad de Marcos se impuso como siempre lo hacía.

    Se acercaron a la anciana, que parecía eterna, una mujer que siempre había sido vieja y que seguiría siéndolo hasta el final de los tiempos. Cuando le preguntaron sobre la casa del Doctor Herrera la anciana comenzó a reírse hasta que le dio un ataque de tos. Marcos intentó ayudarla desde la ventana mientras Nicanor tocaba la puerta, pero nadie abrió. Entonces decidieron saltar la barda de la casa para ayudar a la mujer.

    Dentro de la casa, y una vez que la mujer se restableció, les contó que vivía sola y que ellos no eran los primeros que buscaban la casa del doctor Herrera, pero que nadie la había encontrado porque estaba oculta bajo otra casa, que era la de ella misma. Después de que la familia del doctor había vendido la propiedad y de una serie de construcciones posteriores, ambas quedaron solapadas. Actualmente, la única forma de entrar a la casa del doctor era pasar por la vivienda de la anciana. Les mostró por dentro el número que buscaban y la puerta negra, oxidada y pequeña por la cual podían entrar.

    Les dijo que a cambio de unos cuantos favores los dejaría pasar y que eran los primeros a los que les mostraba la casa. Les contó también que ella había conocido muy bien al doctor Herrera porque había sido hermana de su aprendiz y les hizo prometer que no robarían nada.

    Metieron la vieja llave con dificultad en la cerradura, oyeron el crujir del mecanismo al abrirse. Ingresaron a una sala amplia dónde había dos repisas altísimas llenas de libros viejos, artilugios, juguetes de madera y figuras de porcelana. Todo lleno de polvo y todo salido de otro tiempo. Luego la anciana los condujo hasta una puerta escondida detrás de una cortina. Estaba asegurada con un candado y una cadena, ambos picados ya por el óxido. La mujer les pidió que la ayudaran. Bajaron a un sótano casi cargando a la anciana.

    Nicanor dudaba de la situación, porque ahí no había nada que indicara que era la casa del doctor Herrera. Siguieron bajando a oscuras. Luchando para poder respirar entre el polvo. Al final de la escalera había otra puerta aparentemente sellada, fue muy difícil abrirla. Entre los dos lo lograron. Dentro encontraron un laboratorio con dos mesas grandes de madera colocadas en paralelo y llenas de frascos semivacíos con líquidos extraños, la mayoría turbios, otros rojos o con lama verde. Había también animales y seres deformes conservados en formol. Había una balanza vieja y desequilibrada,  morteros de cerámica rotos y otros utensilios que parecían más de un museo o un gabinete de curiosidades que de un laboratorio tal como ellos lo conocían. Todo estaba cubierto por telarañas, aunque no parecía que hubiera nada vivo, ni siquiera una mosca.

    Junto a las mesas había una repisa llena de diarios, notas y bitácoras; sobre un escritorio reposaban un par de ejemplares de Plasmogenia, el famoso libro del doctor Herrera sobre el origen de la vida, y a su lado una foto del doctor con un jovencito. La anciana tomó la foto, la limpió con su ropa, le sopló luego con un poco de vaho y permitió que la vieran. Con eso comprobaron que era el lugar indicado, con lo cual, Nicanor se sintió más seguro.

    La mujer se quedó mirando la fotografía y sus ojos se humedecieron, el joven que salía con el doctor era su hermano, quien desapareció poco antes de que él muriera. La mujer les contó cuánto deseaba volver a verlo y les dijo que quizás ese era el motivo por el cual la muerte se había olvidado de ella. Recorrieron la sala con la vista, sobre uno de los muebles había un recipiente de vidrio roto que tenía polvo pegado a sus paredes marcando el lugar dónde antes había líquido. Ese mueble estaba cerrado, Nicanor intentó abrirlo, pero no pudo. La anciana le advirtió que no lo forzara, pues podía romperlo, así que abandonó su intento por descubrir lo que la gaveta contenía.

    La mujer les permitió regresar a cambió de que le mostraran la biografía del doctor cuando estuviera terminada.

    Nicanor y Marcos llevaban años estudiando la vida del doctor Herrera desde que ambos escucharon de él en una clase del doctor Lazcano sobre el origen de la vida. Ahí fue dónde ambos se conocieron y se hicieron amigos. Estar en su  laboratorio era para ellos una oportunidad única.

    Formaron así una rutina, iban por las tardes, se quedaban hasta que anochecía y regresaban al otro día. Revisaron las bitácoras del doctor Herrera, su diario, seleccionaron un par de experimentos para replicarlos en el laboratorio de la facultad. Conocieron, gracias a la anciana, a la nieta del doctor Herrera, quien les contó datos desconocidos hasta entonces por ellos sobre la vida del doctor. Conocieron sus libros favoritos, su comida predilecta y, con el tiempo, llegaron a pensar que lo conocían de verdad.

    Una tarde Marcos vio la gaveta que Nicanor había intentado abrir. La sacudió un poco e intentó por su cuenta que el cajón cediera, mas no tuvo éxito. Entonces se retiró al lado de Nicanor, quien leía sobre el sofá un informe viejo de los últimos experimentos que el doctor realizó antes de morir. Por la tarde se marcharon juntos.

    Después de meses de investigación parecía que conocían todo menos lo que había en dicha gaveta. Así qué un día Marcos con una navaja y un desarmador intentó abrirla. No lo consiguió. Nicanor vio lo que hacía y quiso intentarlo. La gaveta se abrió y en su interior había un frasco ámbar con un líquido claro en el que a simple vista se podían observar partículas suspendidas, como las que se forman al mezclar agua con aceite. Ambos coincidieron en que el frasco podía contener una muestra de los sulfobios de Herrera. De ser cierto, estos eran los primeros que se encontraban intactos, pues el resto del material se había perdido. El tiempo había hecho estragos con ellos. Ambos decidieron llevarlo al laboratorio para analizar su contenido.

    En la facultad, luego de asegurarse de tener las evidencias para demostrar que la botella no había sido abierta en más de 60 años y que provenía del laboratorio del famoso doctor, la abrieron en una campana de flujo de forma que pudiera mantener su esterilidad. Bajo el microscopio lograron ver lo que el doctor había descrito como sulfobios, o eso es lo que ellos creían en ese momento. Estructuras químicas formadas al mezclar diversos reactivos y que el doctor pensaba podían ser similares a las que se formaron en el origen de la vida.

    Hoy esa teoría estaba desfasada, no tenía otro interés más que el histórico, pero Marcos y Nicanor sintieron que estaban frente a un gran descubrimiento. Esa noche se fueron a festejar. El alcohol tuvo efectos en ellos, comenzaron a hablar sobre el libro que preparaban. Marcos comentó que su nombre debía ir primero; eso a Nicanor no le pareció y se pelearon. La seguridad del lugar tuvo que sacarlos, cada quien tomó su camino sin despedirse.

    Días después, en el laboratorio Marcos tomó la botella con sulfobios y Nicanor intentó quitársela, argumentó que él la había encontrado primero y que había sido quien la sacó de la gaveta. Forcejearon, la botella cayó al piso y se quebró. En el suelo quedó regado el líquido que se extendió por el piso, junto a una capa de lodo espeso que se encontraba precipitado en el fondo de la botella y el cual quedó esparcido por todos lados.

    Ellos dieron todo por perdido, pero, entonces, las particulares viscosas que estaban separadas comenzaron a moverse y a unirse en una sola estructura deforme que parecía estar viva, aún cuándo había estado latente por todos estos años. La pusieron en un vaso de vidrio y ahí la tuvieron en observación durante los días siguientes, se preguntaron si el doctor sabía de esto. Pues en el fondo había logrado lo imposible al crear vida de la nada.

    Hasta ahora la vida sólo podía provenir de la vida, una célula a partir de otra. Ese era el paradigma, y el doctor Herrera lo había superado.

    Esa noche durmieron en el laboratorio. Al despertar, vieron que el lodo había triplicado su tamaño y que comenzaba a hacerse más consistente. Ya había rebasado el contenedor desparramándose por toda la mesa. Tomaron un poco de la sustancia, la observaron en el microscopio. Vieron que contenía  células como las de ellos mismos, como las de cualquier ser vivo, sin importar si es planta, hongo o animal.

   Por la tarde la sustancia parecía más una masa con la forma del cuerpo humano que lodo. Con cabeza, con manos... Comenzó a moverse cómo tratando de alcanzarlos.

    Al desplazarse fue perdiendo ese color a petróleo y un joven con el rostro del ayudante del doctor Herrera se descubrió bajo el lodo. Caminó hacia la puerta del laboratorio y se marchó. Nicanor llamó a la anciana para que se encontrará con ellos, pero sin decirle que su hermano había aparecido. 

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  ➤ José es un escritor mexicano que compagina la literatura con la biología. Algunas de sus obras son:
  • "Antología Bio-extravíos" (2024), Editorial UAEM
  • "Tutero" (2024), Revista Río Grande Review
  • "Amoxoaque", (2024), Antología La extraña orquídea floreció en el sur [Cuentos de ecohorror]
  • "Aquel día" (2023) Revista Exogénesis No. 4
  • "El segundo cerebro" (2023) Revista Teoría Ómicron
  • "Un niño bueno" (2023), Revista Retazos de ficción
  ➤ Pueden encontrarlo en X.

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